La exposición parte de la guerra abierta en México, que se ha cobrado más de cincuenta mil víctimas, como un símbolo de las heridas abiertas de la humanidad, muy lejos de la esperanza de los profetas y del Reino anunciado por Jesús de Nazaret. Se deberá partir de pensar la razón y de hacer teología desde las víctimas, como herencia de la escuela de Frankfurt y la teología de la liberación, pero también desde el pensamiento actual postmoderno, de una razón fragmentada y del fin de la historia. La historia no es predecible, no tiene un curso lógico, como tampoco es la historia de la libertad, muchas veces es más bien de la subordinación y de la violencia. Estamos más bien en una cultura del nihilismo y de la violencia, para superar esa limitación debemos centrarnos en los pequeños relatos y finalizar con las grandes cosmovisiones que han generado víctimas y chivos expiatorios a lo largo de la historia. En este sentido esta forma de hacer teología es heredera de la obra de René Girard y el pensamiento débil de Vattimo.
Desde la violencia y las víctimas se hace grito la pregunta de Antón de Montesinos ¿acaso no son hombres?. Esa sensibilidad para el sufrimiento de los otros caracteriza la "nueva forma de vivir" de Jesús, también de los profetas, como el segundo Isaías que resuena en el desierto del exilio. Ella es la expresión más poderosa de aquel amor al que se refería Jesús cuando hablaba de la unidad inseparable del amor a Dios y al prójimo. Hoy también resuena la voz en el desierto postmodernos de las víctimas del holocausto, del terrorismo, de los desastres nucleares, de los profetas de la destrucción y de los fundamentalismos religioso, la voz de la compasión y de las víctimas.
Así la religiosidad se deberá pensar desde la kénosis de Dios, que es el núcleo de la historia de la salvación, representada en Jesucristo y en las víctimas y en el absurdo de la desesperanza...Frente al resentimiento el perdón, frente al absurdo pequeñas dosis de esperanza.
Pero ese Dios abajado y crucificado vuelve en el tiempo y en la historia con las víctimas, como un nuevo kairós, allí donde están los justos, el clamor da paso al silencio de Dios, que abre tiempos nuevos. Una teología desde las víctimas, recoge también el grito de Job, ¿dónde está Dios ahora? Es un Dios que se oculta, es un Dios escondido y que se encarna en las víctimas de ahora y de antes, extraños son los caminos de Dios como recordaba Pablo en su carta a los Romanos 11, 33-34. El discurso sobre Dios sólo puede ser universal, es decir, significativo para todos los seres humanos, si es en su núcleo un discurso sobre Dios sensible para el sufrimiento de los otros. Dios no es un metarrelato más, no puede ser reducido a una fórmula o a una doctrina, sólo nos podemos acercarnos humildemente desde el misterio.
Hoy la pregunta de Antón de Montesinos sigue abierta y todavía sin respuesta ¿Acaso no son hombres?
El ponente terminó con este poema de Octavio Paz:
"Puerta del ser, despiértame, amanece,
déjame ver el rostro de este día,
déjame ver el rostro de esta noche,
todo se comunica y transfigura,
arco de sangre, puente de latidos,
llévame al toro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de pronombres enlazados,
puerta del ser: abre tu ser, despierta,
aprende a ser también, labra tu cara,
trabaja tus facciones, ten un rostro
para mirar mi rostro y que te mire,
para mirar la vida hasta la muerte,
rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
manantial que disuelve nuestros rostros
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de presencias...".
Desde la violencia y las víctimas se hace grito la pregunta de Antón de Montesinos ¿acaso no son hombres?. Esa sensibilidad para el sufrimiento de los otros caracteriza la "nueva forma de vivir" de Jesús, también de los profetas, como el segundo Isaías que resuena en el desierto del exilio. Ella es la expresión más poderosa de aquel amor al que se refería Jesús cuando hablaba de la unidad inseparable del amor a Dios y al prójimo. Hoy también resuena la voz en el desierto postmodernos de las víctimas del holocausto, del terrorismo, de los desastres nucleares, de los profetas de la destrucción y de los fundamentalismos religioso, la voz de la compasión y de las víctimas.
Así la religiosidad se deberá pensar desde la kénosis de Dios, que es el núcleo de la historia de la salvación, representada en Jesucristo y en las víctimas y en el absurdo de la desesperanza...Frente al resentimiento el perdón, frente al absurdo pequeñas dosis de esperanza.
Pero ese Dios abajado y crucificado vuelve en el tiempo y en la historia con las víctimas, como un nuevo kairós, allí donde están los justos, el clamor da paso al silencio de Dios, que abre tiempos nuevos. Una teología desde las víctimas, recoge también el grito de Job, ¿dónde está Dios ahora? Es un Dios que se oculta, es un Dios escondido y que se encarna en las víctimas de ahora y de antes, extraños son los caminos de Dios como recordaba Pablo en su carta a los Romanos 11, 33-34. El discurso sobre Dios sólo puede ser universal, es decir, significativo para todos los seres humanos, si es en su núcleo un discurso sobre Dios sensible para el sufrimiento de los otros. Dios no es un metarrelato más, no puede ser reducido a una fórmula o a una doctrina, sólo nos podemos acercarnos humildemente desde el misterio.
Hoy la pregunta de Antón de Montesinos sigue abierta y todavía sin respuesta ¿Acaso no son hombres?
El ponente terminó con este poema de Octavio Paz:
"Puerta del ser, despiértame, amanece,
déjame ver el rostro de este día,
déjame ver el rostro de esta noche,
todo se comunica y transfigura,
arco de sangre, puente de latidos,
llévame al toro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de pronombres enlazados,
puerta del ser: abre tu ser, despierta,
aprende a ser también, labra tu cara,
trabaja tus facciones, ten un rostro
para mirar mi rostro y que te mire,
para mirar la vida hasta la muerte,
rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
manantial que disuelve nuestros rostros
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de presencias...".
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