
Como pintor, demostró habilidad y gracia para los temas de pequeño formato, con especial insistencia en los de asunto militar como paradas, retretas, maniobras y batallas, interpretadas con un estilo minucioso, de agradable colorido y apretado dibujo, que recuerdan el modo de hacer del pintor francés, también de temas militares, Meissonier. Abordó también otros temas de carácter histórico, como los referentes a episodios de los Sitios de Zaragoza, o de contenido más romántico, como en el cuadro titulado: El suspiro del moro (1885; Zaragoza, Museo Provincial). En todos estos temas destacó sobre todo Unceta por su afinada capacidad de observación y representación de los animales, que será la base de su éxito como cartelista taurino.
Realizó también obras decorativas monumentales, destacando el telón de boca para el Teatro Principal de Zaragoza (h. 1876-77), en el que representó una alegoría de las Musas teatrales, acompañadas de dramaturgos y actores españoles. También decoró, aunque en un estilo más frío y académico, la cúpula mayor del templo del Pilar, con figuras de los mártires y obispos aragoneses.
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