jueves, 20 de octubre de 2011

ANTONIO PEREZ (Condenado por la Inquisición)


(Madrid, 1540 - París, 1611). Descendiente de una familia de judíos conversos de Monreal de Ariza, era hijo del clérigo Gonzalo Pérez, secretario de Estado del rey, y de doña Juana Escobar y Tobar. Su formación se lleva a cabo en Alcalá, Lovaina, Venecia y Padua, de 1554 a 1557, y finalmente en Salamanca hasta 1562. Este mismo año entra en el escritorio de su padre, donde aprende el manejo de los papeles del Estado. A la muerte de Gonzalo Pérez en 1556, Antonio le sucede como secretario de Estado para asuntos del exterior, y en 1567, fraccionada esta secretaría, se le nombra secretario de Estado para los asuntos de ltalia, cargo del que toma posesión en 1568.
Pérez decanta sus simpatías hacia uno de los dos grupos de presión que se disputaban el favor del monarca, el bando «liberal» encabezado por el príncipe de Éboli, frente al «duro» acaudillado por el duque de Alba. En Antonio Pérez destacan sus aptitudes diplomáticas, habilidad, inteligencia y laboriosidad, así como gran capacidad para la intriga, que lleva a Marañón a definirlo como el perfecto espía doble: «Descubría al rey los pensamientos que le confiaba D. Juan o su secretario Escobedo, y a éstos lo que el rey tramaba de ellos».
En este cúmulo de enredos y con la complicidad de Antonio Pérez y del propio rey fue asesinado Juan de Escobedo en 1578. La presión popular y de los familiares de Escobedo reclamando el castigo de los culpables, obligaron a Felipe I a decretar la prisión de Pérez, que sufrió un arresto domiciliario, aunque sin cesar en el cargo, pues siguió despachando los asuntos de Estado hasta 1584. En la caída de Pérez, un factor de gran importancia fue la lucha entre los dos partidos que aspiraban al control del poder y el odio de Mateo Vázquez, secretario del duque de Alba.
Tras estos años de incertidumbre, en 1585, es conducido a la fortaleza de Turégano, desde donde fue trasladado posteriormente a las cárceles de Torrejón de Velasco, Pinto y Madrid. Consciente Pérez de las escasas posibilidades de salir airoso en el proceso que se llevaba contra él, sobre todo después de haber sido torturado, preparó la fuga de las cárceles castellanas, y llegó así hasta Calatayud.
Fugitivo, en Aragón se encuentra a salvo del poder real y se acoge al privilegio de  manifestación, por medio del cual sería conducido a la cárcel foral de Zaragoza bajo la custodia del Justicia.
En Castilla concluyó el proceso criminal que acusaba a Pérez del asesinato de Escobedo, con la sentencia a muerte dada en 1590. Paralelamente, la Corte del Justicia de Aragón había iniciado otro proceso que se cerraba sin sentencia. Este hecho motivó la desconfianza de Felipe I ante la justicia aragonesa, y viendo el monarca que el asunto se le escapaba de las manos, para agilizar la causa contra Pérez y asegurar su castigo, requirió la intervención de laInquisición. Para ello, el rey hizo que se le acusase a Pérez de herejía, pretexto por el cual el preso quedaba privado de sus derechos legales, y su traslado el 24-V-1591 desde la cárcel de los manifestados hasta la Aljafería. El pueblo zaragozano, al conocer el traslado de Pérez, se amotinó, alegando que se habían incumplido los fueros. Otro grupo de zaragozanos se dirigió a la Aljafería para rescatar al preso y llevarlo a la cárcel de los manifestados, objetivo que se logró tras negociar con los inquisidores, el virrey y el arzobispo.
Si las tensiones del reino con la monarquía en el momento de la llegada de Pérez a Aragón, habían alcanzado su punto culminante, es a partir de su permanencia en territorio aragonés cuando la causa de Pérez se convierte en motivo de defensa foral y estallan las alteraciones  de Zaragoza. De nuevo el 24 de septiembre, controlada la ciudad por soldados, se intenta el traslado de Pérez a la Aljafería. La respuesta popular fue similar a la que tuvo lugar en mayo, el pueblo amotinado exigía la libertad de Pérez, quien salió de Zaragoza enfermo y perseguido por los inquisidores, regresando poco después. Antonio Pérez salió definitivamente de la ciudad el 10-XI-1591. El proceso de la Inquisición culminó con la condena de Pérez por hereje en el auto de fe celebrado el 20-X-1592.
En sus años de exilio, desde donde trató de obtener, sin resultado, la absolución inquisitorial que le hubiera permitido volver, estuvo primero en Francia, donde fue acogido por la princesa de Bearne en Pau. Su principal ocupación fue preparar la invasión de Aragón con otros refugiados aragoneses. La conspiración fracasó ante la briosa reacción de los montañeses y de la población de Huesca y Jaca. Asimismo imprimió un folleto narrando los motines aragoneses del 24-XI-1591 y describiendo las aventuras desde su primera prisión. Posteriormente pasó a Inglaterra al servicio de la reina Isabel entre 1592-1595, y subvencionado por el conde de Essex publicó las Relaciones, al tiempo que participaba en la preparación de un ataque a España que se llevó a cabo en las costas de Cádiz en 1596. Nuevamente retornó a Francia llamado por Enrique IV, donde estuvo intrigando para conseguir la alianza de Francia e Inglaterra contra Felipe I.
Las buenas relaciones entre Francia y España a partir de la paz de Vervins (1598) eliminaron de la escena política a Antonio Pérez, quien pasó los últimos años de su vida en el olvido. Muerto en París, fue enterrado en el claustro de los celestinos; su sepulcro desapareció durante la Revolución francesa. Tras su muerte, la Inquisición en 1615 revocó la sentencia que contra él se había pronunciado por supuesto delito de herejía.
Madrid, 1808.

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