lunes, 23 de enero de 2012

GENERACION DEL 98






<<Yo soy uno de los tantos españoles que, nacidos
en el último tercio de siglo XIX, han vivido
en un momento malo, confuso y de transición...>>.
Miguel DE UNAMUNO.

Las profundas divisiones del pueblo español reflejadas en la Revolución de Septiembre fueron superficialmente aplacadas por el arquitecto de la Restauración. Siendo el objetivo principal la consolidación de la monarquía, la convivencia cívica quedó en segundo plano. Olvidaba que toda auténtica paz civil debe asentarse en el libre juego y desarrollo de las energías y aspiraciones nacionales; y fomenta para neutralizar a la numerosa masa antidinástica, un género de convivencia civil y política que consiste en el entumecimiento de esas mismas energías. El encogimiento de hombros se ha convertido en el gesto mostrenco del país.

A derecha e izquierda de liberales y conservadores, los dos partidos, queda dicho, que se repartieron en turno pacífico el gobierno del país durante los años de la Restauración y la Regencia, se alinean, siempre en la oposición, las minorías carlista y republicana.
Mientras se mantuvo en vigencia el orden político basado en el usufructo del poder por dos únicos partidos, la vida comunitaria española se apoyó casi exclusivamente en el caciquismo. La representación de la voluntad nacional se elaboraba en el Ministerio de la Gobernación por medio del <<encasillado>>, distribuyéndose los distritos electorales entre quienes componían el partido en el poder.
Componen la sociedad española durante los años de la Regencia una sociedad rural víctima del caciquismo y sumida en la ignorancia, un proletariado industrial concentrado en Cataluña y algunas provincias del litoral Cantábrico, la Iglesia, el ejército y los profesionales de la política, una burguesía que incrementa su poder con la expansión económica y la vieja casta de la nobleza. Salvo zonas como Barcelona u otras ciudades costeras, España entera es un dilatado villorrio cuya vida se centraliza en Madrid.
<<Arrastra España su existencia deleznable, cerrando los ojos al caminar del tiempo, evocando en obsesión perenne glorias añejas, figurándose siempre ser aquella patria que describe la Historia. Este país de obispos gordos, de generales tontos, de políticos usureros, enredadores y "analfabetos", no quiere verse en esas yermas llanuras sin árboles, donde viven vida animal doce millones de gusanos, que doblan el cuerpo al surcar la tierra con aquel arado que importaron los árabes al conquistar Iberia; no se ve en esas provincias anchurosas, tan despobladas como estepas rusas; no se ve en esas fábricas catalanas, edificadas en el aire, sin materia prima, sin máquinas inventadas por nosotros, sostenidas merced al artificio de protectores aranceles; no se ve en esas minas de Vizcaya, de donde salen toneladas de hierro, que pagan los ingleses a cuatro o cinco duros, para devolvérnoslas en máquinas, cuyas toneladas pagamos nosotros por millares de pesetas; no se ve en esos vinos, que para que encuentren compradores han de filtrarse por los alambiques de Burdeos; no se ve en esas ciudades agonizantes, donde la necedad ambiente aplasta a los contados espíritus que pretenden sustraerse a su influjo; no se ve en esas Universidades de profesores interinos; en ese Madrid hambriento; en esa prensa de palabras hueras; mírase siempre en la leyenda, donde se encuentra grande y aprieta los párpados para no verse tan pequeña>>.Ramiro de Maeztu.
Durante los años de la Regencia se inicia el ascenso al plano político de las masas obreras y paralelamente tiene lugar la difusión del credo anarquista: el ideario de Bakunin fue propagado en España. El anarquismo español pronto derivó a la acción directa, dando con ello motivo a la promulgación de las leyes represivas de 1894 y 1896.

La numerosa población obrera de las ciudades hizo sentir su presencia. Proporcionó votos republicanos e introdujo en el mecanismo político los primeros concejales socialistas. El partido obrero gobernado por Pablo Iglesias cobra vida oficial en 1881; su órgano de difusión, El Socialista, empieza a publicarse en Madrid en 1886. En 1887 las secciones locales del nuevo partido crean la <<Unión General de Trabajadores de España>>, organismo que encabezará la lucha sindical. La calle ganó protagonismo: las bombas anarquistas, las manifestaciones del Primero de Mayo y las duras huelgas del período 1900-1905 pertenecen a escalas de valores muy diferentes, y sirvieron para que la burguesía conociera a su enemigo real y para que una larga serie de intelectuales radicales colaborara activamente en la incipiente organización cultural de los partidos y los sindicatos proletarios.
Así, tres son los problemas que polarizan la pugna política durante la Regencia: el desarrollo económico, con graves contradicciones, la <<cuestión social>> y la aparición del regionalismo. Estos problemas, al no ser abordados como era preciso, adquieren mayor gravedad y hondura.

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